martes, 29 de marzo de 2016

23. El Escorial: un laberinto hermético. Parte I

Buenos días, queridos lectores. Hoy traemos un tema tan apasionante que me sorprende que no lo hayamos comentado aún: vamos a hablar de los misterios que encierra El Escorial. O, dicho más propiamente, el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, enorme edificio en la sierra de Guadarrama y nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984. Todo un logro. Sin embargo, como saben ya muchos de mis lectores, El Escorial es mucho más que un monasterio. Por lo tanto tenemos que dejar de llamarlo "monasterio de El Escorial", porque el monasterio es sólo una octava parte. El proyecto arquitectónico incluía un panteón real, una basílica, un palacio privado, un palacio público, una biblioteca, un seminario, un hospital y un monasterio. Ocho cosas, y se construyeron las ocho cosas. Por lo tanto, decir "el monasterio" de El Escorial se queda cojo. El proyecto era y es muchísimo más ambicioso y muchísimo más importante. ¿Quién lo ideó? Felipe II. Un rey con dos caras. Un auténtico dios Jano que llegó a confundir tanto a aquellos que lo veneraban como Rey Prudente como a los que lo odiaban tildándolo de Diablo del Mediodía. Felipe II no fue un monarca más en la historia de España y del mundo, sino que fue el cenit que marcó el esplendor del Imperio español. Si supo echarse a sus hombros una enorme variedad de estados, ¿cómo es posible que todavía hoy nos siga confundiendo? ¿Cuáles eran sus fines y qué intereses tenía de verdad? Para el mundo católico se había convertido en el adalid de la fe y la pureza cristiana frente a los embates de las ramas de la Iglesia que se consideraban corruptas: el protestantismo, el calvinismo, el anglicanismo... Pero para otros, este monarca fue mucho más de lo que representaba, llegando a convertirse también en su lado más oscuro, más desafiante: se convirtió en el rey de los heterodoxos. Como podréis deducir, es una figura que me gusta bastante.

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Desde que era pequeño, Felipe II sintió una gran pasión por todo lo oculto, pero no con ánimo perverso, sino como un fin para enaltecer la fe católica. Es decir, buscaba una especie de magia blanca que le ayudase a instaurar la Ciudad de Dios en la Tierra. Y para ello ideó la construcción de la mayor obra humana de carácter histórico-mágico de la cristiandad: el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial. El edificio, considerado como la Octava Maravilla del mundo, comenzó a construirse el 23 de abril de 1563. Y aquí hay que hacer un pequeño apunte. La idea de construir este gran complejo arquitectónico no fue de Felipe II, sino de su padre el emperador Carlos de Habsburgo. A muchos de vosotros, mis queridos lectores, os sorprenderá este dato. ¿Carlos V? Pero si en 1563 el emperador ya estaba muerto. No os falta razón, pero creedme cuando os digo que la génesis de El Escorial llevaba mucho tiempo en marcha. Cuando Carlos decide retirarse al monasterio de Yuste en 1555, ya tiene en mente edificar ese complejo. De manera que ordena a una comisión formada por 100 personas (entre los que había médicos, astrónomos, botánicos, alquimistas, zahoríes y profesionales de todas las ramas del saber, ortodoxo y heterodoxo...) que recorra los territorios del Imperio que ha heredado su hijo para encontrar el mejor lugar donde asentar el complejo arquitectónico. Imaginad a cien personas recorriendo los territorios del emperador en Europa buscando un sitio donde construir El Escorial. Menudas tareas encomendaban los reyes, ¿eh?. En la entrada en la que hablábamos sobre las catedrales góticas ya dijimos que la elección del lugar donde se iba a levantar el edificio sagrado no podía ser azarosa. Por supuesto, la elección del enclave donde levantar El Escorial tampoco lo fue. Se eligió una fuente de poder muy fuerte, donde las corrientes telúricas del orbe se cruzaban continuamente.

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Carlos V envió un comando de 100 personas a recorrer los territorios imperiales buscando un lugar apropiado para levantar el gran complejo arquitectónico

Antes de seguir, me veo obligado a hacer una pausa explicativa para aquellos que tal vez no sepan qué son las corrientes telúricas. Son corrientes eléctricas que se mueven bajo tierra o a través del océano, muy estrechamente relacionado con el campo magnético de la Tierra. Tienen muy baja frecuencia y corren muy cerca de la superficie terrestre, en interacción con el viento solar y la magnetosfera. Las corrientes telúricas unen a su vez los llamados puntos telúricos, lugares de enorme energía magnética donde, casualmente, en la Antigüedad se han levantado megalitos, pirámides o grandes templos. Y en la sierra de Guadarrama encontramos otro de esos puntos donde confluyen las corrientes telúricas: bajo la falda del monte Abantos y cercano a un bosque llamado La Herrería, lugar sagrado desde tiempos inmemoriales. Los expertos comisionados fijaron ahí el punto donde se llevaría a cabo el gran proyecto arquitectónico de los Habsburgo, en la vertiente sur del monte. ¿De todos los territorios del Imperio en aquel entonces, ése era el mejor lugar? Pues según esos expertos (intentad vosotros que 100 personas se pongan de acuerdo), ése es el lugar idóneo para su construcción, un punto telúrico muy importante y quizás cerca del Umbilicus Mundi, el ombligo o centro del mundo, también llamado Axis Mundi. Pero eso ya es otra historia. La leyenda dice que cuando aquellos buscadores hollaron el suelo del futuro emplazamiento, se levantó de repente un fuerte viento que los tiró al suelo y un trueno, como salido del suelo, casi les deja sordos, pareciendo que el mismísimo Diablo sintiera peligrar sus dominios en la tierra.

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El sitio y el municipio de San Lorenzo de El Escorial al abrigo del monte Abantos, un lugar sacralizado desde tiempos inmemoriales por los habitantes pre-romanos de la Península Ibérica

Esta historia del viento, el trueno y el Diablo es una bonita fábula que, como todas, esconde un poso de verdad. Nada en el complejo arquitectónico está construido al azar, sino siguiendo unas precisas pautas matemáticas, astronómicas y religiosas. Por ejemplo, las coordenadas astrológicas son muy claras solamente teniendo en cuenta la desviación de 16º con respecto a los puntos cardinales. Me preguntaréis qué significa eso. Bueno, tendríais que preguntarle a un astrónomo. Sólo diré que el estudio del cielo y sus fenómenos es una de las ramas más importantes dentro de las Ciencias Ocultas, y es una ciencia que se ha utilizado desde que el hombre es hombre. Pero caminar por El Escorial es recorrer un mundo de misterios e interrogantes. Se necesitarían muchos volúmenes y años de profundo estudio para desentrañar los múltiples enigmas que esconden sus poderosas piedras. Pero para empezar a comprenderlo, sugiero a nuestros lectores que se dejen caer por allí (está a 50 minutos de Madrid en autobús) y que empiecen su paseo por el llamado Patio de los Reyes. Nada más entrar nos encontramos con seis esculturas que representan a seis reyes veterotestamentarios, monarcas de Jerusalén. En el centro podemos ver las figuras de los que, para los llamados Austrias mayores (Carlos I y su hijo Felipe II), eran los más importantes: los reyes David y Salomón.



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¿Preguntáis por qué eran más importantes estos dos que los otros? Si hay seis figuras y son todas del mismo tamaño, no hay nada que permita afirmar eso, ¿verdad? Queridos amigos, el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial es una imitación del Templo de Salomón. Porque según la Biblia, la idea de construir un templo dedicado a la divinidad ya estuvo en la mente del rey David, pero Yahveh no quiso que fuese él quien hiciese su casa en la Tierra porque "tenía las manos manchadas de sangre". Es decir, era un rey guerrero y por lo tanto no podía edificar el habitáculo de la divinidad. Hubo de esperar a su hijo, Salomón, estudioso y pacificador, para construir el Templo de Jerusalén. ¿Veis ya por dónde voy? ¡Es un paralelismo con las vidas de Carlos V y Felipe II! El emperador ya quería construir ese edificio sagrado, pero al ser un rey guerrero no era digno de tal empresa. Y fue su hijo, más pacífico, el que lo hizo como un nuevo Salomón. Felipe II siempre admiró a la figura de Salomón. Tanto es así que en las dos estatuas que coronan el Patio de los Reyes se puede apreciar que el rostro utilizado para representar al rey David es el del propio Carlos V, siendo por tanto el rostro de Salomón, su hijo, el de Felipe II. El vástago del emperador se cree ungido con el poder de la Sabiduría y se siente obligado, como el rey bíblico que encarna, no solo a superar a su padre sino a trazar en la tierra un nuevo Templo de Salomón. Si se estudian los planos originales y la composición, se puede apreciar que coincide al milímetro con los patrones arquitectónicos y los conceptos que se tenían del Segundo Templo de Salomón en el siglo XVI. Los trazos de la heterodoxia comienzan a filtrarse por todo el entramado del complejo.

Los reyes David y Salomón, que encarnan a Carlos V y a Felipe II

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Los otros cuatro reyes de Judea, a ambos lados de los primeros. A su derecha se encuentran Josafat y Ezequías, mientras que a su izquierda aparecen Josías y Manasés. Todos ellos, en mayor o menor medida, antes o después, tienen relación con la historia del Templo de Salomón en la dorada Jerusalén

 

Este plano de El Escorial corresponde al arquitecto real Juan de Herrera (cosmógrafo, matemático e iniciado en las Ciencias Ocultas), personaje al que se atribuye la génesis de El Escorial. Sin embargo, hubo alguien antes que él trabajando en la planta del complejo: su maestro, Juan Bautista de Toledo. Un personaje excéntrico donde los haya, maleducado, huraño, introvertido, con una total falta del decoro... pero un genio hermético que tuvo en Felipe II su principal valedor. Sea como fuere, el caso es que en sólo 22 años se construyeron 35.000 metros cuadrados de arquitectura sagrada, un auténtico templo del Sol que rivalizaría con cualquier tumba antigua de cualquier rey de la historia. Toda una hazaña. Alguien dirá que eso de que El Escorial rivaliza con cualquier tumba es excesivo, que vale que El Escorial es impresionante, pero se queda canijo al lado de las pirámides de Gizeh, por ejemplo. Y así sería, en efecto... si las pirámides fuesen tumbas. Pero no lo son. Al menos las de Gizeh. Las pirámides que sí lo son, rivalizan con El Escorial, pero no lo superan. Cuando terminemos este tema dedicaré una entrada a la meseta de Gizeh. De Egipto hay mucho que contar, pero no nos desviemos del tema. Personajes como los arquitectos anteriormente mencionados, Fray Antonio de Villacastín o Fray José de Sigüenza fueron los encargados de imprimir en la obra toda la simbología posible para que el complejo arquitectónico sea un crisol de hermetismo para restaurar la fe pura en un mundo que se va corrompiendo poco a poco. Pero todas estas personas no podrían haber trabajado juntas sin un personaje clave en la vida de Felipe II: el hebraísta Benito Arias Montano, un hombre que aunque estaba protegido por el propio rey siempre estaba a un paso de caer en las garras de la Inquisición. No podemos olvidar que perteneció a una extraña secta cristiana llamada La Familia de la Caridad, más conocida como Familia Charitatis. Cuando vivía en Amberes se unió a ellos y no dudó en participar en su credo. Esta sociedad secreta heterodoxa basaba su doctrina en la identificación personal con la divinidad, y fue el propio Benito Arias Montano quien difundió sus ideas por los territorios españoles.

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En El Arcanon menciono bastante a menudo a Benito Arias Montano, pues está estrechamente relacionado con el arte de Brueghel "el Viejo", del Bosco e incluso conoció personalmente al Greco. Pero eso ya es otra historia. Lo dejamos hoy aquí, para continuar dentro de un par de días con más datos sobre el Real Sitio, ¿os parece? Esto ha sido para ir abriendo boca, y aún así hemos revelado bastantes cosas y me he excedido bastante para lo que tenía pensado. En fin, queridos lectores, si todo va bien nos vemos el jueves que viene. ¡Hasta entonces! Ah, y si antes os podéis acercar por El Escorial, tanto mejor.

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